martes, 28 de mayo de 2013

los hornos de hitler capituo 24,5,26 & 27 angeles valdez guerrero




En el carro de la muerte.
(Capítulo XXIV)

Durante mucho tiempo Olga estuvo tratando de encontrar a su marido, nos cuenta que muy frecuentemente soñaba que él estaba trabajando en una mina, también le mandaba muchas cartas pero ninguna se la respondía. Un día le dijeron que su esposo era el cirujano del hospital de Buna que estaba a unos cuarenta kilómetros de donde estaba ella. Desde entonces lo único que quería hacer era encontrar a su esposo. Entonces a Olga se le ocurre el plan de ir en los camiones de la muerte, que transportaban a los locos a Buna y algunas veces a los presos a las cámaras de gas, a Buna para encontrarse con su esposo aunque este plan era muy arriesgado. Olga se regresó a Birkenau y luego se enteró que un soldado alemán le había disparado a su esposo mientras trataba de ayudar a otro preso que ya no podía seguir caminando. También se enteró de que los camiones de la muerte ya no habrían más viajes a Buna.

En el umbral de lo desconocido.
(Capítulo XXV)

El 17 de enero de 1945 llego un soldado alemán a los campos de concentración y pedía a todos los internos que trabajaban en la enfermería que llevaran todos los papeles de los pacientes a cierto lugar. Más tarde los soldados alemanes quemaron inmediatamente los documentos que parecían una montaña de papeles. Después les dijo que prepararan todo y que trataran de llevar encima toda la ropa que pudieran porque se Ivana ir del campo. La autora se dio cuenta de que de seguro los rusos estaban muy cerca. Se le dijo a los presos que se iban a ir al interior de Alemania, entonces Olga pensó en que sería mejor; si quedarse en el campo escondida a esperar a los rusos o irse con los soldados alemanes e ir a Alemania, aunque de seguro en Alemania le esperaría la muerte. A todas las habían puesto en filas pero Olga salió a la enfermería para ver cómo estaban las enfermeras. Las enfermeras estaban como locas, caminado por todas partes. En eso llego una compañera y les platico que en el campo de los hombres estaban quemando los documentos de todas las fechorías alemanas y ya iban a sacar a los presos. Ya era momento de irse pero Olga pensó en que no podrían caminar sin pan así que les dijo a sus compañeras que fueran al almacén y tomaran todo el pan que pudieran y así lo hicieron. La autora comenta que en ese momento se sintió muy feliz pues desde que llego al capo siempre había querido tomar el pan del almacén. Después de un tiempo y de otra última selección Olga logra salir con vida del terrible campo de concentración. Después de caminar un rato Olga y sus compañeras ven por última vez Birkenau. Olga recuerda a sus padres, a sus hijos y a su esposo, se pone muy triste pero sabe que los tiene vengar de alguna manera, con esta idea llega también la de fugarse de la tropa. Al parecer los rusos ya estaban muy cerca de donde se encontraban ellas pues a lo lejos se escuchaban sus cañones.




La libertad
(Capitulo XXVI)

Olga iba caminando con un grupo de mujeres huyendo de los campos de concentración. Iban a un paso veloz y así al menos se les quitaba un poco el frio. A lo lejos se escuchaban los disparos de cañones y las armas, la batalla de la cuidad. Eran los rusos que ya habían llegado a Alemania. El camino estaba lleno de cadáveres pero a las mujeres parecía no importarles porque ya habían visto cosas mucho peores. Olga y sus amigas se fueron escabullendo a gatas de las filas y entre las montañas de nieve hasta que llegaron a casa de un señor polaco que les señalo una casa donde se podían esconder. Entonces después de que se habían escondido en el granero que les dijo el señor, llego un soldado alemán a preguntar por ellas pero el amable señor no le revelo nada, el soldado se fue y siguió su camino. Un poco tiempo después el señor las encontró en el granero y el y su esposa les ofrecieron pan con grasa, un manjar para ellas que no habían comido casi nada en mucho tiempo. Pero después unos hombres las obligaron a ella y a sus amigas amarradas a un carro aunque los alemanes que veían pasar ya no tenían interés en ellas. Se encontró con una mujer que le dijo que cruzara el rio congelado y que se metiera a la caza que estaba cruzándolo, se armó de valor y así lo hizo. Esa misma noche los rusos tomaron la aldea y aunque nadie sabía ni entendía lo que los rusos decían estaban inmensamente agradecidos con ellos por haberles dado el regalo de la libertad que ya hace tanto tiempo habían perdido por culpa de los sádicos alemanes.



Todavía Tengo Fe

(Capitulo XXVII)

En este último capítulo Olga Lengyel nos dice que su motivo para escribir este libro fue la concientización de la gente sobre estos terribles hechos. Les agradece a las personas que le contaron sus historias para poder publicarlas en este libro. Habla de que la SS pidió un formato de los niños internados que se habían quedado ya sin familiares, sin casa, etc. A la autora la mandaron a bañar a un niño que habían mandado aniquilar junto con otros muchos más. El niño estaba ardiendo en fiebre estaba muy enfermo y muy débil y flaco, pobrecito después de haber caído al frio suelo los alemanes lo habían golpeado hasta que el pobre niño quedo inconsciente, después de eso fue cuando lo mandaron con la autora del libro y ella lo ayudo. Ella lo baño sin jabón ni toalla y con agua helada pero era todo lo que podía hacer en esos momentos. Nos comenta que muy pocos fueron los niños que sobrevivieron a estos hechos. La autora Olga Lyengel nos comenta que pase lo que pase nunca hay que perder la fe porque es a lo único a lo que te puedes aferrar para seguir adelante a pesar de todas las adversidades que quieran derribarte. Nos cuenta que nunca va a poder olvidar todas las atrocidades que desgraciadamente vivió en el campo de concentración y jamás va a olvidar a todas las personas con las que estuvo y que le ayudaron a seguir adelante.

maria de los angeles valdez guerrero # 206

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