Alumna: Ramirez Mejia Karen Ariatna.
CAPITULO XXIV
EN EL CARRO DE LA MUERTE
Pues
sus padres e hijos con los que llego en un principio ya era seguir que habían
muerto en los crematorios de los hornos de Hitler y cada vez que ella veía cruzar por el campo en el que
habitaba a los hombres, Olga le emocionaba creer que entre ellos se pudiera
encontrar su adorado esposo que en varias veces ella lo soñaba trabajando en
las minas, con los pies hundidos en el agua hasta las rodillas, o desmenuzando
piedra por piedra en la cantera,
Olga
unas cuantas veces le mandaba mensajes pero nunca recibió respuesta.
Después de 6 meses, se enteró a través por el servicio de resistencia de
que estaba trabajando en el campo de buna, situado a 40 km. De Birknau en el
que su oficio era ser cirujano del hospital.
Olga
se arriesgo mucho al querer verlo por lo que se hizo pasar por las enfermeras
que cuidaban a los locos que eran destinados a donde su esposo trabajaba.
Al
ver a su esposo le dio mucha tristeza verlo acabado, con canas y sucio, le dio
mucha tristeza verlo así sintió feo que no lo pudo abrazar, pero después de un
tiempo pudieron hablar.
Tiempo
después se entero que su esposo falleció por tratar de ayudar a un francés.
CAPITULO XXV
EN EL UMBRAL
DE LO DESCONOCIDO
En
la mañana del 12 de enero de 1945,
aparecieron tropas de la s.s. den el hospital, recogieron todos los
instrumentos de algún valor y los cargaron en camiones durante la media noche
todos los datos que tuvieron de algún prisionero para que cuando llegaron sus
liberadores no pudieran tener alguna pista de todos las barbaridades que cometían
por la noche solo se veía la montaña de papeles en lumbre. Los nazis se aferraban a matar a todas las
pacientes porque no querían tener que encargarse de cargar con todas las
prisioneras enfermas al cargarlas para esconderse, aunque tuvieron que tener
cuidado de que los rusos no los liberaran.
En
eso los soldados se llevaron a todos los prisioneros caminando y estaban
saliendo formados de Birknau, Olga no
podía creer que estaban saliendo de ahí, y que fuera de ahí existía una vida,
vida libre en donde habían varias cosas, entonces Olga recordó todo,
recordó a sus padres a sus hijos, a sus
amigos y entonces ella lloro de tristeza.
CAPITULO XXVI
“ LA
LIBERTAD”
Los
guardianes de las S.S. que no rodeaban iban conduciéndose a un rebaño por la
carretera de Auschwitz. Hacía mucho frio
por lo que los prisioneros sufrían, pero se les quitaba rápido porque sudaban
de tanto que les obligaban a correr a toda prisa.
Entonces
Olga y sus amigas Magda y Luisa se escaparon y corrieron en lodo, en cunclillas
y a gatas, por fin llegaron a una casa en la que pudieran comer comida decente
en lqa que hacían tiempo no comían y les costaba trabajo reconocer los
deliciosos platillos pero estaban muy agradecidos con todos los cuidados que
tenían hacia ellos.
Olga
se invento una historia cuando se encontró con un oficial alemán el cual se lo
creyeron y las apoyo e incluso le dijo que se pusieran a jugar con ellos.
Le
costó trabajo tener relación con los alemanes aquellos que le causaron mucho
dolor pero después se sentía feliz al ver que por fin había sido liberada.
CAPITULO
XXVII
TODAVIA TENGO
FE
Al
mirar todo lo que había sucedido a Olga le dio mucha tristeza recordar con ese
libro titulado “Los hornos de Hitler” en el que relata parte de su sufrimiento
de lo que vio en Auschwitz Birkenau, pero a ella le daba fe que después de todo
aunque hubieron varios desafíos entre ellos, ya que los alemanes los hacían
pelearse por la comida, ropa, y cualquier otro lujo o por el simple hecho de
pelear a un así a Olga le daba felicidad saber que unos judíos así les hayan
hecho lo que le hayan hecho, ellos jamás se rebajaron en moralidad.
A
ella le daba tristeza saber que por lo menos cuando los egipcios sufrían al
trabajar ellos después podían admirar las pirámides que habían hecho , pero
ellos solo cargaban por cargar.
Ellos
solo pedían un vaso de agua lleno para ellos, menos golpes o un poco de paja
para su koia que era duro, pero aun así ellas sufrieron mucho, jamás se
comparara aquel infierno con otra cosa. Por eso Olga nos pide de favor no
repetir esas horrocidades.