Capitulo 4
‘’Las primeras impresiones’’
Dos días después al quedar instaladas en las
koias recibieron su primera comida matutina que solo era una taza de cierto líquido
negruzco al que llamaban café. En ese caso consistía toda su comida. A medio día
tomaban sopa y su olor era repugnante, no tenía más remedio que taparse las narices
para poderla consumir. Ellos tenían que comer y dominar su asco. Hasta había sopas
que las llamaban ‘sorpresa’ encontraban en el líquido botones, marañas de pelo,
hilachas, latas y hasta ratones. Y por la tarde recibían el pan de cada día,
era un pan negro con una proporción altamente de serrín. Era doloroso e
irritante para sus encías que se les habían ablandado por la mala alimentación.
Además de la ración diaria de pan, recibían por
la noche un poco de compota o una cucharada de margarina. A favor excepcional
les daban a veces una rebanada más delgada que el filo de un cuchillo de salchichón.
Lo mismo la sopa que el café eran transportados en calderas enormes de 50
litros y eran cargadas por internas, para dos mujeres un peso como aquel bajo
la lluvia era sumamente dificultoso. De vez en cuando las cargadoras derramaban
el líquido hirviente por lo que se causaban quemaduras graves.
El líquido que contenía el percì era evertido
en las veinte vasijas de cada barraca. Cada vasija era a su vez repartida entre
los ocupantes de koia.
La que ocupada el primer puesto o la que se
le concedía, cogía la vasija bajo los ojos ansiosos de sus diecinueve vecinas
de koia, celosamente iban contando cada trago ellas mismas vigilando el mas mínimo
movimiento, cuando habían consumido lo tragos que le correspondían, la segunda
le arrebataba la cacerola de las manos.
Nadie conseguía calmar su hambre. Había una
cosa que desconcertaba más que eso ver a una mujer buena agacharse sobre un
charco de agua y beberla con ansiedad para aplacar su sed. No se podía ignorar
el peligro que corrían al beber esa agua, pero muchas prisioneras había caído
ya tan bajo que todo les resultaba totalmente indiferente, la muerte no
significaba más que una liberación.
Mientras tanto las que gozaban de buena salud
eran víctimas de toda clase de tribulaciones en las koias. Las maderas habían sido
claventadas muy mal y se abrían fácilmente cuando sobre ellas subían su peso a
una presión excesiva. Cuando se caía la tercera ringlera, arrastraba consigo a
la segunda y aplastaba a unas sesenta mujeres.
Cada accidente ocasionaba muchas lesiones y fracturas.
A veces tenían ocho o diez accidentes de
ese tipo en una sola noche.
Capitulo 5
‘’La llamada
lista y las selecciones’’
En el campo de concentración
habían ‘’selecciones periódicas’’ para mandar nuevas víctimas a los crematorios.
Habían dos de estas llamadas
diariamente, una al amanecer y otra alrededor de las tres de la tarde. En esas
horas tenían que presentarse. Esperaban el tiempo de pie: frente a las
respectativas barracas habían mil cuatrocientas mujeres, con un total de
treinta y cinco mil en todo el campo y doscientas mil en todos los campos de área
Birkenau-Auschwits. Cuando eran acusados de alguna infracción de las
ordenanzas, tenían que ponerse de rodillas y esperar en el fangoso.
A las primeras horas de la
madrugada temblaban de frío o cuando lluvia cosa que ocurría con frecuencia.
En el invierno se citaba la
lista siempre bajo las mismas condiciones, independientemente de si nevaba o
helaba. Procuraban frotarse unas con otras, pero sus guardianes estaban muy
abrigados y muy alerta.
En las tardes de verano, les
ocurría todo lo contrario el solo les quemaba con sus rayos. Sudaban hasta que
sus sucios harapos se les pegaban a la piel. Padecían de sed, pero no se atrevían
a romper fila para buscar una gota de agua.
Todo el mundo tenía que
presentarse a la formación, aunque estuviesen enfermos. Todas las enfermas que
no podían mantenerse de pie eran tendidas sobre una manta en la primera fila.
Las que faltaban tenían que ser encontradas y las demás no podían abandonar la formación
hasta que las hubiesen localizado.
Solo las internadas tenían
que aguantar las inclemencias del tiempo. Además de las llamadas ordinarias a
filas había otras especiales, se descubrían a las que llegaban tarde o se habían
escabullido. Eran tratadas a empellones y golpes por los ‘kapos’ y de aquella porfía
salían las ‘culpables’ con los huesos rotos o las caras ensangrentadas.
Se preguntaban unas a otras el
porqué estaban allí y sus contestaciones eran:
-Me agarraron cuando salía
de la iglesia con mis hijos
-Soy judía
-Soy gitana
Pero las respuestas más
frecuentes eran: no tengo la mas mínima idea del porque estoy aquí!!
Muchas decían que era cuestión
de suerte.
Con las niñas judías de la
misma edad, eran inmediatamente mandadas a la cámara de gas. Para castigarlas
se les obligaba a pararse horas enteras, arrodilladas, algunas con la cara
vuelta al sol, otras con piedras sobre la cabeza y a veces llevando un ladrillo
en cada mano.
Esas niñas no eran más que
un hueso y pellejo, estaban sucias, muertas de hambre, llenas de andrajos y
descalzas.
Capitulo 6
‘’El Campamento’’
Cuando se termina la revisa,
podían regresar todos a sus koias o irse a sus retretes. Aprovecho aquella
relativa para enterarse de la vasta sección de la cárcel.
El campamento estaba
dividido por ‘Lagerstrasse’ que era la avenida principal y tenían unos 500
metros de largo, flanqueaban ambos lados con barracas.
La corte de Lageraelteste
estaba compuesta por la ‘La Gerkapo’ jefa adjunta de campo; por la ‘Rapportschreiber’’,
jefa de la oficina; y por la ‘Arbeitaients’ jefa de servicios. Cada una de
estas dignatarias tenía su habitación independiente, que aunque no era
elegante, era un paraíso comparado con las inmundas covachas en que vivían las
deportadas corrientes.
En la barraca donde ella se
situaba reinaba una jerarquía de rango inferior. La blocova estaba en la
cumbre. La asistía su ‘vertreterin’ o representante: y su ‘Schreinberlin’ o
secretaria, cuya tarea consistía en redactar las llamadas a filas y los
informes.
También se escogían entre
las prisioneras las policías femeninas del campo. Llevaban vestidos de
mezclilla azul. Su misión principal consistía en hacer retirar a cuantos se
acercaban demasiado a los alambrados para hablar con los internados.
También tenía unas cuantas
bomberas, basureras y recogedoras de cadáveres.
Los ayudantes de cocina
ejecutaban a veces tareas difíciles. Algunas descargaban vagones de madera,
leña o carbón.
Otras se pasaban todo el día
limpiando. Tenían las manos determadas y los pies cubiertos de eczemas.
Dos barracas habían sido
convertidas en lavabos. Era donde debían realizar su limpieza personal. Pero no
se reunían con la intención de asearse, si no con la esperanza de beber un poco
de agua, para calmar su sed.
Capitulo 7
‘’Una Proposición
en Auschwitz’’
Llevaba ya tres semanas en
Aushwitz, y ella aun no lo podía creer. Ella esperaba que fuera un sueño
esperando que alguien la despertara.
Las encarceladas gritaban,
se peleaban y se golpeaban. Desde su koia, miraba al interior de la barraca,
como si sobre las cosas se tendiesen en velo.
Encontró a un hombre de lado
de la barraca de las mujeres, era un nombre apuesto, de ojos azules, vestido
con traje carcelario de rayas, el hablaba y la hizo trabar conversación con él.
Se entero que era polaco y de que llevaba ya cuatro años en campos de concentración
desde la caída de Varsovia. Entre risas le dijo que era carpintero. Desde
entonces él iba todos los días a reparar las camas, charlaban y se hicieron
amigos.
A los trabajadores se les permitía
una hora libre y le pidió que la siguiera, ella agradeció su invitación y se
fue con él, llegaron a donde los trabajadores estaban guisando su comida en una
fogata, su amigo que se llamaba Tadek, saco dos patatas y las puso a cocer en
una olla. Le regalo una y empezaron a comer.
Tadek le dio otra sorpresa y
era un chal. Él le dijo que debía ser terrible para una mujer verse sin pelo,
la invito todos los días a comer patatas.
Parecía extraño pero había algo
en el que le inspiraba grandes deseos hacia ella. Ella sintió su brazo entorno
a su cintura, se le desplomo el mundo, ella le había dicho previamente lo que
le había sucedido.
Luego se entero que su
estilo de hacer el amor era más fino que había en Auschwitz.
Tadek siguió entrando todos
los días a su barraca con un paquete de alimentos, pero no para ella si no para
otra mujer. Decidió ir a los lavabos donde los hombres se reunían allí durante
su hora de descanso y a veces compartían su comida con las mujeres . La escena
que contemplo en el interior era verdaderamente desalentadora. El aire era
irrespirable.
Se acerco Tadek y le ofreció
un paquete de comida, como siempre. Agarro el paquete y se lo tiro a la cara
con toda la fuerza que tenia.
No era capaz de recordar
como regreso.
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