martes, 30 de abril de 2013

angeles valdez guerrero gruopo 206 los hornos de hitler capitulo 8,9.10 & 11.



Los hornos de Hitler

(Capitulo VIII)

SOY CONDENADA A MUERTE


En este capítulo Olga empieza a narrar que el único trabajo que realizaban ,al día era asistir a las formaciones ella  había quedado más delgada que un esqueleto era víctima de calentura y ataques de tos Un día se sentía más enferma que nunca al igual que  Magda su amiga se encuentra mucho más enferma que ella .Hasse advirtió lo que era una infracción grave y las designó hasta la selección las stubendiest divise un palo que allí era un signo de poder más unos días después llegaron y  les ordenaron a ella y sus compañeras que se dirigieran a los camines para que las transbordaran directo a las cámaras de gas u a los hornos del crematorio en estos se quemaban a las personas que estaban muertas algunas de las mujeres solo creían que esto de las cámaras de gas eran rumores fantásticos para asustarlas pero todo esto era verdad a Olga le costaba trabajo aceptar luego de llegar a las cámaras de gas fueron formadas Olga logro escabullirse  a toda velocidad hacia las cocinas , con el aire más natural comenzó  a poner los platos en orden , tuvo  mucho cuidado de no salir hasta la primera revista
se cambió de ropa con otra deportada y se escondió   en mi koia , hubo una o dos prisioneras que se quedaron asustadas al verla , pero ella les explico  que la debieron  haber  confundido con otra compañera.




La enfermería
(Capitulo IX)
Durante semanas y semanas, no hubo medios para atender a los enfermos. No se había organizado hospital ninguno para los servicios médicos ni disponíamos de productos farmacéuticos.
A Olga la nombran miembro del personal de la enfermería. Se encargaría de las mujeres que estuviese enfermas en las barrancas, Junto con otras de sus compañeras  Durante mucho tiempo dispusieron   dos pequeñas habitaciones. La única luz que tenían procedía del pasillo; no había agua corriente, y resultaba difícil mantener limpio el suelo de madera, El total de internadas que se en contaba en el  campo ascendía a treinta o cuarenta mil mujeres. Y todo el personal disponían para su  enfermería no pasaba de cinco nunca se daban abasto con su  trabajo. Ellas solían levantarse  a las cuatro de la madrugada. Las consultas empezaban a las cinco. Las enfermas, que a veces llegaban eran a mil quinientas al día, tenían que esperar a que les tocase su turno en filas de a cinco. Lo único bueno era que después de que Olga y las demás enfermeras terminaran su turno les remitían un  lujo de un buen aseo, tiempo después  fue mejorando sus condiciones de vida.
 
Un nuevo motivo para vivir
 
(Capitulo X)


Olga dice que  a veces, iban también hombres a  su enfermería. Generalmente eran internados que trabajaban en los campos de mujeres. Cuando regresaban a sus barracas por la noche, encontraban su enfermería cerrada. Pero para ellas era cruel negarse a atenderlos, aunque estaba estrictamente prohibido por los alemanes. Pero sus lesiones procedían de accidentes de trabajo. Ella a través de nuevos contactos que tenía, se enteró por fin de los detalles más concretos sobre la cámara de gas y los crematorios. Y dice que le contaban que al principio, los condenados a muerte de Birkenau eran fusilados en el bosque de Braezinsky o ejecutados por gas en la infame casa blanca del campo de concentración. Los cadáveres eran incinerados en una fosa. Después de 1941, se pusieron en servicio cuatro crematorios, con lo que aumentó considerablemente el "rendimiento" de esta inmensa planta exterminado. En menos de un trimestre los alemanes habían liquidado a más de 1.300,000 personas en Auschwitz-Birkenau.
Un día mandaron  a Olga, en compañía de otras tres internadas, a buscar mantas para la enfermería.

En el momento en que llegábamos a la estación, entraba en vías un transporte. Los vagones de ganado estaban siendo vaciados de los seres humanos golpeados y enclenques que habían hecho el viaje juntos, a base de ciento por cada vagón. De aquella espesa y desgraciada turba, surgían gritos desgarrados en todos los idiomas de Europa, en francés, rumano, polaco, checo, holandés, griego, español, italiano.


Canadá
(Capitulo XI)

 En este capítulo Olga narra que Auschwitz-Birkenau  había un edificio que  era llamado  "Canadá". Dentro de sus muros se almacenaban las ropas y demás pertenencias quitadas a los deportados cuando llegaban a la estación, o cuando se iban a duchar, o en el vestíbulo del crematorio, el “Canadá” contenía una riqueza considerable, porque los alemanes habían animado a los deportados a que se llevasen sus objetos de valor. Muchos comandos robaban con la esperanza de poder comprar su libertad. Gracias a los sobornos de este tipo, ocurrieron muchas fugas mientras estuve en el campo. Generalmente no se salían con la suya. Los alemanes aceptaban de mil amores cuanto se les ofrecía, pero en lugar de facilitarles la huida, les complacía más abatir a tiros a sus clientes.
Los objetos robados del Canadá se negociaban después en el mercado negro, Este tipo de tráfico en especie era resultado natural de las condiciones locales en que Vivian era difícil sustraerse a él. Olga en ocasiones pagaba  la ración de pan de ocho días por una prenda que necesitaba para hacerse una blusa de enfermera. Los checos eran los únicos que recibían regularmente paquetes de sus familias, por lo menos durante cierto tiempo. Aprovechaban los permisos oficiales que se les concedían para solicitar toda clase de pertenencias útiles, sobre todo lana para tejer, con la que se confeccionaban prendas de abrigo, bien para su uso personal bien para el mercado negro. Pero no tardarían  mucho para que los alemanes se enteraran de esto y los liquidaran.



maria de los angeles valdez guerrero # 206 

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