Ensayo de los Hornos de Hitler
Los Hornos de Hitler
Alumna: Rangel Servin Brenda Michelle
Grupo : 206
INTRODUCCION:
En estos capítulos que decidí escribir en este ensayo , se da a conocer como fue lo que vivió Olga que es la protagonista en este libro los Hornos de Hitler.
En estos capítulos que son el número 4 ‘’primeras impresiones’’ , el capítulo 5 ‘’La llamada lista y las selecciones’’ , el capítulo 6 ‘’el campamento’’ el capítulo 7 ‘’Una Proposición en Auschwits’’ . . Estos capítulos fueron los quemas me gustaron, principalmente por lo que hablan y explican todos los sucesos importantes de todo lo que vivieron cuando iban llegando a Auschwits, fueron los que más me gustaron y me interesaron , se me hicieron muy entretenidos.
Dos días después al quedar instaladas en las koias recibieron su primera comida matutina que solo les daban una taza de cierto líquido negruzco al que llamaban café. En ese caso consistía toda su comida. A medio día tomaban sopa y su olor era repugnante, no tenía más remedio que taparse las narices para poderla consumir. Ellos tenían que comer y dominar su asco. Hasta había sopas que las llamaban ‘sorpresa’ encontraban en el líquido botones, marañas de pelo, hilachas, latas y hasta ratones. Y por la tarde recibían el pan de cada día, era un pan negro con una proporción altamente de serrín. Era doloroso e irritante para sus encías que se les habían ablandado por la mala alimentación.
Además de la ración diaria de pan, recibían por la noche un poco de compota o una cucharada de margarina. A favor excepcional les daban a veces una rebanada más delgada que el filo de un cuchillo de salchichón. Lo mismo la sopa que el café eran transportados en calderas enormes de 50 litros y eran cargadas por internas, para dos mujeres un peso como aquel bajo la lluvia era sumamente dificultoso. De vez en cuando las cargadoras derramaban el líquido hirviente por lo que se causaban quemaduras graves.El líquido que contenía el percì era evertido en las veinte vasijas de cada barraca. Cada vasija era a su vez repartida entre los ocupantes de koia.La que ocupada el primer puesto o la que se le concedía, cogía la vasija bajo los ojos ansiosos de sus diecinueve vecinas de koia, celosamente iban contando cada trago ellas mismas vigilando el mas mínimo movimiento, cuando habían consumido lo tragos que le correspondían, la segunda le arrebataba la cacerola de las manos. Nadie conseguía calmar su hambre. Había una cosa que desconcertaba más que eso ver a una mujer buena agacharse sobre un charco de agua y beberla con ansiedad para aplacar su sed. No se podía ignorar el peligro que corrían al beber esa agua, pero muchas prisioneras había caído ya tan bajo que todo les resultaba totalmente indiferente, la muerte no significaba más que una liberación. Mientras tanto las que gozaban de buena salud eran víctimas de toda clase de tribulaciones en las koias. Las maderas habían sido claventadas muy mal y se abrían fácilmente cuando sobre ellas subían su peso a una presión excesiva. Cuando se caía la tercera ringlera, arrastraba consigo a la segunda y aplastaba a unas sesenta mujeres. Cada accidente ocasionaba muchas lesiones y fracturas. A veces tenían ocho o diez accidentes de ese tipo en una sola noche.
En el campo de concentración habían ‘’selecciones periódicas’’ para mandar nuevas víctimas a los crematorios.Habían dos de estas llamadas diariamente, una al amanecer y otra alrededor de las tres de la tarde. En esas horas tenían que presentarse. Esperaban el tiempo de pie: frente a las respectativas barracas habían mil cuatrocientas mujeres, con un total de treinta y cinco mil en todo el campo y doscientas mil en todos los campos de área Birkenau-Auschwits. Cuando eran acusados de alguna infracción de las ordenanzas, tenían que ponerse de rodillas y esperar en el fangoso. A las primeras horas de la madrugada temblaban de frío o cuando lluvia cosa que ocurría con frecuencia. En el invierno se citaba la lista siempre bajo las mismas condiciones, independientemente de si nevaba o helaba. Procuraban frotarse unas con otras, pero sus guardianes estaban muy abrigados y muy alerta. En las tardes de verano, les ocurría todo lo contrario el solo les quemaba con sus rayos. Sudaban hasta que sus sucios harapos se les pegaban a la piel. Padecían de sed, pero no se atrevían a romper fila para buscar una gota de agua. Todo el mundo tenía que presentarse a la formación, aunque estuviesen enfermos. Todas las enfermas que no podían mantenerse de pie eran tendidas sobre una manta en la primera fila. Las que faltaban tenían que ser encontradas y las demás no podían abandonar la formación hasta que las hubiesen localizado. Solo las internadas tenían que aguantar las inclemencias del tiempo. Además de las llamadas ordinarias a filas había otras especiales, se descubrían a las que llegaban tarde o se habían escabullido. Eran tratadas a empellones y golpes por los ‘kapos’ y de aquella porfía salían las ‘culpables’ con los huesos rotos o las caras ensangrentadas. Se preguntaban unas a otras el porqué estaban allí y sus contestaciones eran:-Me agarraron cuando salía de la iglesia con mis hijos-Soy judía-Soy gitanaPero las respuestas más frecuentes eran: no tengo la mas mínima idea del porque estoy aquí!!Muchas decían que era cuestión de suerte. Con las niñas judías de la misma edad, eran inmediatamente mandadas a la cámara de gas. Para castigarlas se les obligaba a pararse horas enteras, arrodilladas, algunas con la cara vuelta al sol, otras con piedras sobre la cabeza y a veces llevando un ladrillo en cada mano. Esas niñas no eran más que un hueso y pellejo, estaban sucias, muertas de hambre, llenas de andrajos y desc
Cuando se termina la revisa, podían regresar todos a sus koias o irse a sus retretes. Aprovecho aquella relativa para enterarse de la vasta sección de la cárcel. El campamento estaba dividido por ‘Lagerstrasse’ que era la avenida principal y tenían unos 500 metros de largo, flanqueaban ambos lados con barracas. La corte de Lageraelteste estaba compuesta por la ‘La Gerkapo’ jefa adjunta de campo; por la ‘Rapportschreiber’’, jefa de la oficina; y por la ‘Arbeitaients’ jefa de servicios. Cada una de estas dignatarias tenía su habitación independiente, que aunque no era elegante, era un paraíso comparado con las inmundas covachas en que vivían las deportadas corrientes. En la barraca donde ella se situaba reinaba una jerarquía de rango inferior. La blocova estaba en la cumbre. La asistía su ‘vertreterin’ o representante: y su ‘Schreinberlin’ o secretaria, cuya tarea consistía en redactar las llamadas a filas y los informes. También se escogían entre las prisioneras las policías femeninas del campo. Llevaban vestidos de mezclilla azul. Su misión principal consistía en hacer retirar a cuantos se acercaban demasiado a los alambrados para hablar con los internados. También tenía unas cuantas bomberas, basureras y recogedoras de cadáveres.Los ayudantes de cocina ejecutaban a veces tareas difíciles. Algunas descargaban vagones de madera, leña o carbón. Otras se pasaban todo el día limpiando. Tenían las manos determadas y los pies cubiertos de eczemas.Dos barracas habían sido convertidas en lavabos. Era donde debían realizar su limpieza personal. Pero no se reunían con la intención de asearse, si no con la esperanza de beber un poco de agua, para calmar su hambre.
Llevaba ya tres semanas en Aushwitz, y ella aun no lo podía creer. Ella esperaba que fuera un sueño esperando que alguien la despertara.Las encarceladas gritaban, se peleaban y se golpeaban. Desde su koia, miraba al interior de la barraca, como si sobre las cosas se tendiesen en velo.Encontró a un hombre de lado de la barraca de las mujeres, era un nombre apuesto, de ojos azules, vestido con traje carcelario de rayas, el hablaba y la hizo trabar conversación con él. Se entero que era polaco y de que llevaba ya cuatro años en campos de concentración desde la caída de Varsovia. Entre risas le dijo que era carpintero. Desde entonces él iba todos los días a reparar las camas, charlaban y se hicieron amigos. A los trabajadores se les permitía una hora libre y le pidió que la siguiera, ella agradeció su invitación y se fue con él, llegaron a donde los trabajadores estaban guisando su comida en una fogata, su amigo que se llamaba Tadek, saco dos patatas y las puso a cocer en una olla. Le regalo una y empezaron a comer. Tadek le dio otra sorpresa y era un chal. Él le dijo que debía ser terrible para una mujer verse sin pelo, la invito todos los días a comer patatas. Parecía extraño pero había algo en el que le inspiraba grandes deseos hacia ella. Ella sintió su brazo entorno a su cintura, se le desplomo el mundo, ella le había dicho previamente lo que le había sucedido. Luego se entero que su estilo de hacer el amor era más fino que había en Auschwitz. Tadek siguió entrando todos los días a su barraca con un paquete de alimentos, pero no para ella si no para otra mujer. Decidió ir a los lavabos donde los hombres se reunían allí durante su hora de descanso y a veces compartían su comida con las mujeres . La escena que contemplo en el interior era verdaderamente desalentadora. El aire era irrespirable. Se acerco Tadek y le ofreció un paquete de comida, como siempre. Agarro el paquete y se lo tiro a la cara con toda la fuerza que tenia.
Conclusión :
Fueron los primeros capítulos del libro, los que más me agradaron, porque iba Olga narrando todo lo que vivió desde que llego a Auschwitz , cuando llego a la barraca y también me gustaron mucho los demás capítulos porque se iban desarrollando todas las demás cosas y de hecho fueron muchos sucesos importantes que narran en el libro.
En esos capítulos que desarrolle, explica Olga como las trataban, que les daban de comer, como se comportaban las judías, como las hacían trabajar, etc.
Aprendí mucho de estos capítulos, sobre todo a valorar lo que tengo en mi casa, estar con mi familia y dar gracias a Dios por cada día mas que me da de vida, ya que ahí las (os) judíos eran llevados a Aushcwitz ya no podían disfrutar su vida como ellos quisieran , eran separados de sus familias, no les daban de comer casi nada , eran maltratados y para los seleccionados , ya no tenían esperanza de vivir mas .
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